Aquellos trabajadores que pasan más tiempo trabajando desde casa corren un mayor riesgo de ser despedidos, tienen menos posibilidades de ascender, recibir aumentos salariales, formación y oportunidades laborales.
Tras la gripe “española” de 1919, los periódicos de EEUU vaticinaron que los comportamientos de los humanos evolucionarían de tal forma que el turismo, las grandes ciudades y los espectáculos como el teatro quedarían obsoletos al buscar aislarnos de los patógenos. Qué equivocados estaban…
Tras la pandemia covid de 2020, se emitieron vaticinios similares sobre el lúgubre futuro de los centros comerciales, y más tarde, con el auge del teletrabajo, sobre la desaparición de las oficinas. ¿Se cumplirán en esta ocasión las predicciones?
La palabra oficina proviene del latín officium término del que proviene “oficio”. La pregunta filosófica que surge es: ¿se puede realizar un officium fuera de una “oficina”? O, en otras palabras, el trabajo “a distancia” o el “teletrabajo” ¿es un oxímoron como lo es “espíritu científico?”.
Para responder a esta pregunta es imperativo analizar por un lado, la productividad que confiere un trabajo, como elemento substancial del empleador, y, por otro, qué es lo mejor para un trabajador.
Si nos fijamos en lo primero, la recuperación de la productividad desde la crisis covid está resultando muy inferior a las recuperaciones de otras crisis pasadas. A modo anecdótico, en EEUU se he señalado cómo las visitas a campos de golf de lunes a viernes ha aumentado un 83% antes y después del covid (2022 frente a 2019). La literatura científica más reciente es concluyente: la productividad es mayor en la oficina, ya que el desempeño del officium junto a los compañeros fomenta la calidad y la cantidad de las comunicaciones, algo que desemboca en mayor creatividad y productividad. Esa es la principal explicación por la que icónicas empresas como Amazon, Tesla, JP Morgan o Blackrock han ordenado a los empleados volver a la oficina cinco días por semana.
Del hecho de que muchas empresas estén acelerando los mandatos de vuelta a las oficinas se puede deducir que la relación de fuerza de negociación entre estas y sus empleados es mayor de la que se había pensado. Una forma de analizar esta dinámica es la relación entre ofertas de empleo vacantes y desempleados, relación que en los últimos trimestres se ha enfriado intensamente a medida que la inteligencia artificial generativa ha impulsado notables incrementos de productividad que se han traducido en menor necesidad de empleados.
Con todo, es un error entrar en la dinámica de plantear los intereses empresariales como contrapuestos a los de los empleados. Por un lado, un empleado más productivo acaba desarrollando una carrera más fructífera que uno menos productivo. Por otro, las investigaciones académicas han podido concluir, tras muchos ejemplos pospandémicos, que aquellos trabajadores que pasan más tiempo trabajando desde casa corren un mayor riesgo de ser despedidos, tienen menos posibilidades de ascender, recibir aumentos salariales, formación y oportunidades laborales.
¿Seguirán existiendo las oficinas tal y como las conocemos? Según nuestras publicaciones, no. Las empresas han decidido “ahorrar” dinero en oficinas incrementando las densidades, en otras palabras, concentrando más trabajadores en menos metros cuadrados. Muchas investigaciones muestran que esta práctica es contraproducente a la productividad, ya que los espacios abiertos de densidades muy elevadas fomentan las distracciones y los contagios, lo que a su vez redunda en mayor absentismo. Como las empresas gastan en empleados entre diez y veinte veces el coste de alquilar oficinas, ahorrar en metros cuadrados a costa de perjudicar la productividad de la plantilla equivale a hacer “un pan con unas tortas”.
Además, la investigación muestra cómo los despachos suelen ser mejores para resolver las tareas complejas frente a los “espacios abiertos”, espacios que no solo contribuyen a los contagios y a las distracciones: además provocan una menor interacción entre el personal. Diderot afirmaba que un buen actor debía “aislarse” pensando que el público equivalía a una “cuarta pared”. Algo parecido ocurre hoy en día con los empleados en espacios abiertos: cada vez es más habitual el uso de auriculares para aislarse, en busca de la privacidad de la que carecen debido a los incrementos de densidad, que dificultan la concentración y la comunicación de calidad.
Hace unos meses el consejero delegado de una famosa empresa tecnológica estadounidense conminó a sus trabajadores a volver a la oficina para maximizar la creatividad. Muchos empleados disfrutaban de casas cercanas al lago Tahoe, y se oponían a tal medida. El directivo les espetó “o en Tahoe, o en Bangalore”, infiriendo que si podían realizar su trabajo a distancia, entonces este se podía deslocalizar a la India y por eso a todos les convenía volver a la normalidad.
Decía Borges que la guerra de las Malvinas entre Argentina y el Reino Unido se asemejaba a la pelea “entre dos hombres calvos luchando por un peine”. En nuestra opinión, desarrollada y publicada durante los últimos tres años, la ocasional oposición entre trabajadores y directivos sobre la vuelta a las oficinas es también baladí: a ambos les conviene maximizar la presencia en las oficinas.