La productividad española no solo es baja frente a países de nuestro entorno, sino que además ha crecido de una forma muy decepcionante
Lane Greene, corresponsal del Economist en España, ha escrito sobre la creencia común de que la palabra “salario” (en latín, salarium) proviene de la de “sal” ya que la sal se usaba teóricamente para pagar a los legionarios romanos ante la escasez de otros medios de pago. En realidad, aunque ambas palabras presenten una relación etimológica, ninguna fuente antigua menciona el pago en dicha especie, y además, el transporte de la sal necesaria para pagar las jornadas de los legionarios (por no contar las tropas auxiliares) lo haría totalmente inviable: se calcula que harían falta 6,6 kilos de sal para pagar el “salario” diario de un legionario.
En España, la evolución “salarial” también se ha hecho cada vez menos viable, pero en este caso no por el peso de transportar tanta sal, sino por la evolución de la inflación, que al haber subido más que los salarios ha erosionado el no muy boyante poder adquisitivo del trabajador español lo que explica que esta sea una de las mayores preocupaciones de los españoles según el CIS.
El sueldo medio en España es de 25.897 euros anuales y el mediano de 21.639 euros. El sueldo medio en el sector privado es de 22.820 y en el sector público de 33.685 (datos del INE). Si lo observamos por hora trabajada, un español cobra de media 17 euros (aunque cuesta 23; la diferencia fundamentalmente es explicable por el coste asociado a la seguridad social). Si comparamos estas cifras con sueldos equivalentes en países de nuestro entorno, los resultados muestran que, frente a España, los salarios medios anuales son un 56% superiores en Alemania, un 43% en Francia y un 8% en Italia (fuente: OCDE).
Se podría argumentar que los sueldos en España son más bajos por el menor coste de vida. Esto se puede calcular analizando el poder de compra ajustado (PPP en sus siglas en inglés) y se observa que el coste de vida es un +38% superior en Alemania, un 23% en Francia y un 5% en Italia. De aquí se deduce que la diferencia en coste de vida es menor que la diferencia de salarios. En otras palabras: los salarios españoles son bajos incluso ajustando por el diferencial del coste de vida.
¿A qué obedecen entonces los bajos salarios? La respuesta principal es que se deben a una baja productividad. Un español produce 59,9 euros por hora trabajada (cifras con poder de compra ajustado, según datos del Conference Board), frente a 78,8 de un alemán, 74,4 de un francés, o 63,7 de un italiano. La productividad más elevada de un francés o de un alemán les permite ganar más dinero, como hemos visto, y trabajar menos horas (1.300 horas aproximadamente al año un alemán, 1500 un francés), frente a cerca de 1.700 horas de un español, también según datos del Conference Board). En otras palabras: los españoles compensan sus menores salarios con jornadas laborales más intensas.
La productividad española no solo es baja frente a países de nuestro entorno, sino que además ha venido creciendo de una forma muy decepcionante, lo que explica que se perpetúen los salarios reducidos. Esto no quiere decir que no seamos competitivos, lo somos, y mucho, pero vía menores costes laborales, es decir, menores salarios, no por mejor productividad, lo que permitiría generar sueldos más elevados.
La productividad puede subir bien porque mejoremos el capital humano (formación) bien porque aumentemos el stock de capital disponible para que un trabajador produzca más (por ejemplo, substituir un azadón por un tractor), bien con producir más con los medios existentes. Dado que los dos primeros presentan sus frenos a medio plazo (llega un momento en que no se puede aumentar más la formación, ni se pueden introducir más tractores en un campo) queda centrar el análisis en la tercera fuente de mejora, que se llama técnicamente “productividad total de los factores”. Lamentablemente, la evolución de España ha sido muy mejorable, con incrementos más que mediocres desde hace décadas.
¿De qué depende la productividad? Entre otros: de invertir más y mejor en I+D (para evaluar si invertimos mejor hay que evaluar las patentes generadas por millón de habitantes, y nos queda mucho por mejorar), de aumentar la inversión en bienes de equipo (para lo que hace falta facilitar el acceso de las empresas a financiación de medio o largo plazo), de difundir el conocimiento para mejorar procesos (algo ligado a mejorar las habilidades directivas en muchas empresas, en especial pequeñas), de la calidad de las instituciones de un país, del tamaño medio de la empresa (a mayor tamaño, más productividad, más sueldo), de la libertad de mercado (a veces muy ligada a la unidad de mercado), de la seguridad jurídica y de un nivel regulatorio no asfixiante.
Lamentablemente, España no ha hecho los deberes suficientes en estos campos, por eso nuestra productividad es baja, y por eso nuestros sueldos son bajos, pero su diagnóstico nos debería al menos permitir establecer un debate serio sobre los pasos a dar de cara a mejorar nuestras estadísticas de productividad.
Hablamos de salarios como de sueldos. Hemos visto cómo los primeros no provienen de la sal. Los segundos, sí parecen provenir de las pequeñas monedas, los solidus, en las que se pagaba al ejército romano. De ahí se deriva la palabra sueldo. Hemos pasado de teórica sal a monedas reales. Pues con la productividad pasa lo mismo. Pasemos de la teoría a la realidad. Solo falta voluntad política y social para hacerles frente.
Todos nos beneficiaremos.