La disciplina fiscal de Portugal contrasta con el desbarajuste presupuestario español
Cuando era joven recuerdo que al cruzar la frontera portuguesa los españoles se dirigían a los portugueses en castellano. Me pareció de muy mala educación. La misma que la de ciertos anglosajones que se dirigen en nuestra tierra a los españoles en inglés. Creo que, inconscientemente, esa actitud refleja un falso sentimiento de superioridad, sin recabar en que la falta de modestia acaba provocando inferioridad.
A fecha de ayer los bonos a diez años de España pagaban un cupón de un 3,71%, en tanto que los de Portugal se situaban al 3,38%. Dado que los bonos alemanes equivalentes cotizan con un cupón de 2,66%, eso quiere decir que la prima de riesgo de Portugal es de 72 puntos básicos (0,72%), en tanto que la de España es de 105 puntos. En otras palabras: invertir en deuda española es más arriesgado que en deuda de Portugal.
Alguien se podría preguntar: ¿cómo es esto posible?
La explicación más fundamental viene por la disciplina fiscal de Portugal, que contrasta con el desbarajuste presupuestario español. Portugal terminó 2022 con un pequeño déficit de un 0,4% de PIB, y su aún más relevante déficit estructural (aquel que no depende del ciclo económico) se sitúa en el 0,5%, según el FMI. Los indicadores equivalentes para España fueron 4,8% y 3,6%.
Si planteas prestar a dos empresas, una presenta cuentas equilibradas, y otra deficitarias, es normal que exijas más tipo de interés a la segunda. Con los países sucede lo mismo. Para poder encuadrar una reducción de deuda, medida en porcentaje de PIB, es fundamental presentar antes unas cuentas ajustadas, de forma que el denominador (incremento nominal del PIB, a su vez la suma del crecimiento de la economía más la del deflactor el PIB, en gran parte la inflación), hace que el cociente de deuda sobre PIB se vaya reduciendo.
Portugal fue intervenida durante la crisis por la “troika” (FMI, BCE, UE), de lo que resultó un plan de ajuste fiscal, lo que le ha permitido presentar hoy cuentas saneadas. En España se escribió una y otra vez que nuestros dirigentes “evitaron el rescate”, alabándolos por ello. La realidad es que la consecuencia de la no intervención fue la posposición decisiones dolorosas asociadas al vivir por encima de tus posibilidades, algo que agrava el endeudamiento público.
En otras palabras: nuestros hijos, que no votaban, pagarán el desaguisado. Una inquina moral.
Los inversores puede que aprecien también la estabilidad política de Portugal, frente a nuestro pintoresco arco parlamentario. Un gobierno con mayoría absoluta como el portugués puede mantener la disciplina fiscal con independencia de su color político, asumiendo los compromisos con nuestros socios de la zona euro. La suma de los dos grandes partidos representa un 80% del arco parlamentario. En España, aunque representa un 65%, no se traduce en mayorías que puedan ordenar las cuentas. En España, si no acometimos la reforma fiscal cuando existían mayorías absolutas, pues imagínense con mayorías inestables. Es cierto que Bruselas nos obligará a realizar ese ajuste desde el año que viene. Llegará en forma de mayores impuestos o recaudación (como peajes) y en forma de menor gasto público, y se hará en varios años, pero drenará crecimiento económico futuro, algo que no ocurrirá en Portugal.
Por eso la prima de riesgo de España es peor que la de Portugal.
No soy catastrofista. Creo que España presenta importantes virtudes, como su enorme capacidad de exportar (alcanza ya el 41% de PIB dato que se estudiará en los libros de historia económica y sin embargo poco resaltado). Además, aunque relativamente bajos, España presenta mejores niveles de productividad que Portugal. La situación de deuda pública es parecida en ambos países (113% de PIB) pero la deuda privada (familias y empresas), que es la que acaba generando graves problemas, es más elevada en el caso de Portugal que en el de España. La deuda externa de España se ha ido reduciendo hasta el 62% de su PIB, en tanto que la portuguesa lo ha hecho hasta el 68%, ambas en buena dirección, pero aún en niveles muy elevados. España mantiene un superávit de cuenta corriente, incluso con la carestía de la energía, ligeramente mejor que el de Portugal.
Pero lo que subyace a esta dicotomía de números es sencillo: el sector privado español ha hecho sus deberes, el público, no.
Jose Ángel Sánchez Asiaín, en su obra “La financiación de la guerra civil española” reproduce una cita de Schumpeter, cita que impresionó al autor en su época de estudiante, y que transpira en su libro y por desgracia, en nuestra actualidad:
La historia fiscal de un pueblo es, sobre todo, una parte esencial de su historia general… El espíritu de un pueblo, su nivel cultural, su estructura social, los hechos que puede preparar su política, todo esto y más está escrito con claridad en su historia fiscal y sin retórica de ningún género… Aquel que sabe escuchar su mensaje discierne aquí el tronar de la historia del mundo con más claridad que en ninguna parte.