Estados Unidos ha conseguido incrementos de productividad mejores que los de la zona euro y sus ciudadanos trabajan más que los europeos. 

A finales de los años setenta, países europeos como Francia o Alemania disfrutaban de una renta per cápita superior a la de EEUU.  El diferencial se fue estrechando, y hasta la gran crisis financiera de 2007, los habitantes de la zona euro presentaba niveles parecidos de renta que la de los norteamericanos.  Hoy en día la diferencia en esta magnitud, la que hasta la fecha mejor captura el nivel de vida de un ciudadano, es sorprendente.  Un estadounidense produce de media 81.700 dólares al año, frente a los 44.400 de un trabajador de la zona euro.  Como las poblaciones de ambas geografías son similares (335 millones en EEUU frente a 346 millones en la zona euro) debido a la mayor renta per cápita de EEUU, este país presenta un PIB de unos 27 billones de dólares, frente a los 16 de la zona euro.

¿Qué factores explican esta divergencia?

EEUU ha sido capaz de conseguir incrementos de productividad sustancialmente mejores que los de Europa.  Así, desde 1980, acumuló incrementos anuales cercanos al 1,9%, frente a niveles inferiores al 1% en el caso de la zona euro; desde la gran crisis financiera, sus incrementos han duplicado a los europeos.  Si nos atenemos a los datos más recientes (segundo trimestre de 2024), la productividad en EEUU crece un 2,7%, frente a una caída de un 0,4% en Europa.

Existen muchos factores detrás de esta apabullante ventaja de EEUU en productividad.  Por un lado, su sistema de innovación ha permitido un claro liderazgo tecnológico y en patentes, gracias a la estrecha cooperación entre investigación militar, universitaria e industrial.  Ecosistemas de innovación como Stanford o el MIT apenas presentan comparables europeos.  De ahí que las empresas tecnológicas estadounidenses dominen el mercado bursátil global: la Bolsa de los EEUU representa el 60% de la capitalización de todas las Bolsas del mundo, en gran parte por el valor de sus principales tecnológicas, que a su vez capitalizan más que la totalidad del mercado de valores chino.

Por otro lado, un mercado grande como el de EEUU genera evidentes oportunidades de escala, frente a una economía europea que, en la práctica, sigue siendo una superposición de diferentes mercados nacionales con sus idiosincráticas regulaciones, lo que dificulta las economías de escala.  Además, EEUU cuenta con la enorme ventaja de disfrutar de un mercado de valores (bonos y bolsa) unificado, lo que confiere a este país un coste de capital más competitivo que el europeo, algo crítico para innovar, ya que la innovación, que genera productividad, requiere de ingentes cantidades de capital.  Esto también provoca la atracción del mejor talento para innovar hacia los EEUU.

Aparte de mejor productividad, los norteamericanos trabajan mucho más que los europeos, lo que hace aumentar el PIB per cápita.  Así, un norteamericano trabaja 1.800 horas al año, frente a las 1.570 de un europeo.  Por eso nos perciben en “dulce decadencia”.  Se podría argumentar que trabajar menos confiere más felicidad, pero los datos del World Happiness Index sobre ambas geografías no son concluyentes.  Exceptuando a los países nórdicos (muchos de ellos no miembros de la zona euro), los niveles de felicidad son similares.

En general, se puede resumir diciendo que la brecha de productividad de EEUU con Europa consiste sobre todo en mayor productividad cuando se compara con los países del sur de Europa, y con más horas trabajadas cuando se compara con los países del norte de Europa, que son los que menos horas trabajan.

Es cierto que el coste de la vida puede diferir entre ambas zonas, si bien su cálculo es siempre subjetivo.  Para ajustarlo, los economistas calculan PIB per cápita “ajustado por poder de compra” (PPP en sus siglas en inglés).  Con el ajuste, el PIB per cápita PPP de un norteamericano ascendería a 81.700 dólares, frente a los 62.600 de un europeo.  En cualquier caso, la diferencia sigue siendo significativa.

También es cierto que EEUU presenta un nivel de déficit fiscal (7% de PIB) que duplica al de la zona euro, y que, debido en parte a este factor (el otro es la mayor productividad), su economía ha crecido el doble de rápido que la europea desde el covid.  Sin embargo, estos son elementos de corto plazo, no estructurales, como los diferenciales de productividad que vienen acumulándose desde hace cuarenta años.

Por último, queda el tema de los impuestos.  Aunque es cierto que los países desarrollados son capaces de recaudar más porcentaje de PIB en forma de impuestos que los países en vías de desarrollo, las diferencias entre EEUU y Europa son evidentes, con un peso del sector público substancialmente mayor en el Viejo Continente.  Se puede debatir qué peso queremos del sector público, con sus consiguientes impuestos y la mayor o menor eficiencia del gasto público, pero entonces tenemos que interiorizar también sus posibles consecuencias en productividad y en crecimiento.

Se atribuye a Jean-Baptiste Colbert, ministro de finanzas de Luis XIV, la comparación de los impuestos con el acto de desplumar un ganso; en su opinión, habría que obtener la mayor cantidad de plumas con el menor número de silbidos.  Como sabemos, los norteamericanos iniciaron su guerra de independencia protestando frente a impuestos sobre el té aplicados por un monarca inglés no electo.  Quizás los gansos de EEUU chillen más, generen menos plumas y como consecuencia, vivan con más recursos que sus parientes europeos.