Si a un zombi exhumano lo reconocemos por su marcada fealdad, en el mundo corporativo se trata de algo parecido: es aquella empresa que no puede hacer frente a su nivel de deuda financiera
Desde hace muchos siglos, la antropología ha mostrado el continuo interés del ser humano por los ‘no muertos’, esencias que aparecen sistemáticamente a lo largo de las tradiciones milenarias y a lo ancho de nuestro planeta. Como expusieron Carl Gustav Jung y especialmente su seguidor Joseph Campbellen ‘Las máscaras de Dios’, los mitos universales son una excelente oportunidad para conocer la psique humana.
Aunque diferentes producciones de cine y televisión han puesto muy de moda uno de estos mitos, el de los ‘no muertos’ expresados en forma de vampiros, hoy me gustaría resaltar su proyección, ya menos mítica, sobre el mundo empresarial. También cómo nos afecta, por fortuna de una forma menos formidable que la de los infecciosos zombis pseudo-humanos, pero no por ello con consecuencias benignas.
Si a un zombi exhumano lo reconocemos por su marcada fealdad, en el mundo corporativo se trata de algo parecido: una empresa zombi es aquella que no es capaz de hacer frente a su nivel de deuda financiera. Muchas veces, se emplea como ratio el cociente entre nivel de beneficio de explotación (EBIT) partido por el gasto financiero. Cuando el cociente es inferior a uno, hablamos de una empresa zombi, que apenas es capaz de pagar gastos generales y atender intereses, pero no puede invertir ni tampoco reducir deuda, de forma que cualquier reducción de ventas hace peligrar su futuro.
En teoría, este tipo de empresa está llamado a desaparecer, ya que su incapacidad para hacer frente a la deuda dificulta enormemente su refinanciación, eleva los tipos de interés y supone también que los fondos propios en un porcentaje elevado de casos o bien valen cero o incluso son negativos. ¿Por qué siguen existiendo?
Hay dos principales motivos:
Por un lado, ciertos bancos pueden decidir extender los vencimientos de deudas de clientes ‘zombis’, de esta forma, evitan admitir que los créditos posiblemente no serán repagados, lo que supondría su reconocimiento como fallidos en forma de provisiones, lo que puede a su vez reducir el nivel de fondos propios hasta una situación de escasa solvencia, algo que por su lado puede provocar la intervención del banco por parte del regulador. Es la famosa técnica denominada ‘delay and pray‘ (retrasa el vencimiento y reza para que te repaguen). Se utilizó con frecuencia en España entre 2009 y 2012, y hoy en día se acusa a una parte del sistema bancario italiano y al de varios países emergentes de abusar de ella.
Por otro lado, la política monetaria, en forma de tipos muy bajos y liquidez abundante, puede provocar que las empresas zombis reciban financiación que en un contexto normal no obtendrían, por lo que prolongan su existencia. La política monetaria actual del BCE ha sido acusada de provocar este efecto colateral.
Las consecuencias de mantener empresas zombis con vida son nocivas. Al no disminuir la capacidad instalada según dictan las leyes de oferta y demanda, las empresas zombis actúan con una fuerza deflacionista (intentan sobrevivir para cubrir costes), con lo que la política monetaria consigue el propósito contrario de lo que busca (aumentar la inflación). Por otro lado, las empresas zombis amenazan la salud de un sistema bancario, lo que a su vez agrieta la capacidad del pulmón financiero para llegar eficientemente a los segmentos más vitales de la economía. Por último, la presencia de empresas zombis dificulta mucho la capacidad de que empresas pequeñas más innovadoras puedan acceder a los mercados y competir eficientemente. El resultado es menor innovación y una menor productividad agregada, que se traduce a su vez en menores salarios y en pérdida de competitividad.
Dado que hoy en día el mundo acumula 255 billones (españoles) de dólares de deuda (frente a un PIB de unos 90 billones de dólares), les puedo asegurar que este nivel de deuda (el mayor de la historia) da de comer por el momento a muchos zombis, pero también que la historia nos enseña que la deuda, aunque dé de comer en el corto plazo, si se abusa de ella, sobreviene como la parca, con su guadaña. Como dijo Paracelso: “todo es tóxico, nada es tóxico. Su concepto está en función de la dosis”. Y la economía, a su vez, nos muestra cómo cuanto antes se limpie el sistema de crédito excesivo, antes se sanea el mundo y le permite crecer sobre bases sólidas. Los no muertos, al igual que la deuda, son esencialmente parte de nuestra antropología.
Como afirmó Jung: “Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”.