Tanto la gestión sanitaria como la económica de la crisis en España han sido manifiestamente mejorables
El semanario The Economist, analizó hace unas semanas las decisiones políticas sobre la epidemia midiendo en 23 economías avanzadas el comportamiento de variables como el PIB, la inversión, la renta disponible o el aumento de la deuda pública. Dicho análisis concluía que España era el país de la muestra que peor había evolucionado durante la crisis covid (puesto 23).*
Si actualizamos los datos, el viernes 28 conocimos que el PIB español de 2021 acabó creciendo un 5% frente al año anterior, ejercicio en el que a su vez el PIB había caído un 10,8% cortesía de la pandemia. En otras palabras: estamos a un 4% de recuperar el nivel de PIB real anterior al covid (cuarto trimestre de 2019). Si lo comparamos con otros países, el PIB de EEUU ya se sitúa tres puntos por encima del nivel pre pandémico, el de Francia, un punto por encima, el de Italia y Alemania, aproximadamente un punto por debajo. Es decir, el comportamiento de la economía española ha sido peor que el de las economías de otros países occidentales.
Una parte del motivo de dicho peor comportamiento es el carácter más cíclico de nuestra economía, muy dependiente del sector servicios, y en especial de la hostelería y el turismo, segmentos muy sensibles a la epidemia. Por otro lado, la falta de voluntad del sistema político (y de los votantes) por reducir nuestro déficit estructural nos dejó con menor capacidad fiscal para reaccionar ante la pandemia, al revés que países como Alemania (haciendo veraz la fábula de la cigarra y la hormiga). El semanario británico no reflejó estos factores en su análisis, aunque sin embargo son relevantes. Con todo, nuestros datos son mejorables.
Además, la misma publicación analiza exceso de mortalidad medida sobre 100.000 de habitantes para entender hasta qué punto un país ha sido más o menos exitoso en su gestión de la pandemia. Es interesante este segundo análisis ya que muchas veces decisiones sobre limitar la actividad económica presentan resultados médicos positivos y viceversa, de ahí se deduce la clave es encontrar la mezcla óptima de decisiones que protejan a la población minimizando el daño económico. Pues bien, España presenta 249 muertes en exceso por 100.000 habitantes, Francia, 137, Alemania, 143, Italia, 289, EEUU, 324. En otras palabras: nuestros datos médicos son mejores que los de Italia, mucho mejores que los de EEUU y mucho peores que los de Francia y Alemania, sin embargo, las cuatro economías se han comportado mejor que la española. **
Existe una obvia relación entre medidas preventivas frente al covid y actividad económica. Por ejemplo, en EEUU el debate sobre el binomio se ha escorado en mi opinión hacia el crecimiento económico, lo que explica su buen PIB y peor dato médico. Se pueden tomar decisiones sobre el nivel de las restricciones a sabiendas de que dicho nivel tendrá un impacto en la situación sanitaria y la económica, y dichas decisiones deberían tomarse en función de la gravedad de la variante dominante. Como expondremos en seguida, Ómicron es más contagiosa pero menos peligrosa hospitalariamente que Delta.
Si el epicentro de Ómicron fue Sudáfrica, su contagio a Europa comenzó en el Reino Unido y Dinamarca. Ambos países han anunciado que van a eliminar restricciones. Dinamarca las cancelará totalmente, Inglaterra (la gestión sanitaria es autónoma de Escocia y Gales) ha anunciado que las mascarillas dejarán de ser obligatorias en tiendas y en transporte público (no lo son por supuesto en el exterior) y que deja de exigir el pasaporte de vacunación como requisito para acceder a comercios. Suecia, Noruega y Finlandia han anunciado también inminentes relajaciones importantes de las restricciones.
El razonamiento médico que subyace a dichas medidas estriba en que la alta transmisibilidad de Ómicron ha convivido a su vez con una menor intensidad en la utilización hospitalaria y de UCIs. Es decir, el porcentaje de infectados que requiere tratamiento hospitalario y de UCI es menor que en otras oleadas. Esta realidad puede explicarse por la inmunidad frente a hospitalización generada por las vacunas (sobre todo por las células T), por la inmunidad natural (haber pasado otras infecciones puede que no nos proteja del contagio, pero sí evita en muchos casos la hospitalización) o por ambas (inmunidad híbrida). Por si fuera poco, diversos estudios muestran cómo, aun excluyendo estos factores y la edad, Ómicron es menos peligroso que otras variantes en términos de hospitalización y por lo tanto, de letalidad. Además, como Ómicron parece tener un menor impacto en los pulmones, el recurso a los respiradores es mucho más escaso. Por último, la letalidad de Ómicron parece ser sensiblemente inferior a Delta, y se acerca a la de la gripe normal, acelerando el paso de la pandemia a la endemia, como ha señalado la Organización Mundial de la Salud.
Por eso muchos países relajan restricciones.
A la vista de la situación, conviene reflexionar sobre las decisiones pasadas y futuras de España. El retrasar la tercera dosis fue un error evidente. La arquitectura jurídica para confinar, inconstitucional. El anunciar como medida urgente aprobada por decreto ley la obligatoriedad de llevar mascarilla en la calle, pintoresco, cuando se sabe que la transmisión ocurre sobre todo en zonas cerradas. La gestión epidémica del poder público (y esto afecta al conjunto de las administraciones de uno u otro signo centrales o autonómicas) ha sido mejorable, y el resultado económico, también. Por desgracia, la respuesta de la sociedad civil ha sido cercana a la inercia. La clave es qué decisiones tomamos a partir de ahora.
Dicen que todo lo que no se puede medir, no se puede gobernar. En el covid podemos medir muertos y PIB. Y se puede concluir que lo hemos gobernado peor que nuestros vecinos. Debemos pedir responsabilidades.
* “Which economies have done best and worst during the pandemic?”, 1 de enero de 2022
** “Tracking covid-19 excess deaths across countries”, 28 de enero de 2022