Hace unas semanas leíamos que los liquidadores del gigante inmobiliario chino Evergrande habían confiscado el avión privado de su fundador, Hui Ka Yan, un símbolo de los excesos de una era de apalancamiento desmesurado y crecimiento insostenible.
En la novela de Tom Wolfe Todo un hombre, recientemente llevada a formato serie, se desgrana la caída de un importante promotor inmobiliario del sur de EEUU, Charlie Croker, uno de los hombres más ricos de Georgia. En su afán de sacar adelante un importante proyecto de oficinas en Atlanta, de cuyo éxito el promotor no dudaba, acaba otorgando garantía personal para así obtener la financiación bancaria necesaria para construir el edificio. Con todo, la ocupación resulta mucho más baja de lo esperado, y pronto comienzan los problemas con el banco. Los financieros del promotor presentan un prometedor plan de negocio augurando un futuro brillante, presentación a la que el banquero responde con la frase “money talks, bullshit walks”, que podría traducirse en algo así como “el dinero habla, las tonterías sobran”. El promotor mantiene su lujosa vida en una clamorosa huida hacia adelante, hasta que un día en el que vuelve de su rancho en su avión privado, unos agentes le requisan la aeronave en nombre del acreedor bancario.
Esta semana leímos que los liquidadores del holding chino de promoción Evergrande (ahora conocido jocosamente como “Nevergrande”) han aprehendido la aeronave de su fundador, Hui Ka Yan. Según informa el Financial Times, se trata de todo un Airbus A319, y se halla inmovilizado en la ciudad de Guangzhou a la espera de ser vendido para hacer frente, aunque sea mínimamente, a las pérdidas ocasionadas a los tenedores de los bonos internacionales (offshore) de la empresa, cuyo valor ascendía a unos 20.000 millones de dólares en 2021, y que ahora “vale” prácticamente cero. Además, la empresa acumuló deudas nacionales (onshore) cercanas a los 280.000 millones de dólares, tanto en forma de créditos bancarios como de preventas de casas. En China, cuando se vende un inmueble sobre plano, la familia adquiriente entrega una importante suma de dinero a la promotora y comienza a pagar la hipoteca en ese momento, mucho tiempo antes de que haga efectiva la entrega de la propiedad. En 2021, Evergrande quebró, revelando así la punta del iceberg sobre la inmensa burbuja inmobiliaria china.
De origen humilde, Hui Ka Yan fundó Evergrande en 1996, y en 2017 se había convertido en la persona más rica de China, con una fortuna cercana a los 43.000 millones de dólares, que incluía, aparte de las acciones de la empresa, que hoy también prácticamente valen cero, la referida aeronave, un barco de 60 metros de eslora, mansiones en Sydney, Hong Kong y Londres (esta última vendida por 227 millones de dólares), y, cómo no, un equipo de fútbol, el Guangzhou Evergrande. Además, era miembro del Partido Comunista Chino, y secretario político de dicho partido en su empresa. Hoy en día se encuentra bajo vigilancia especial en Shenzhen tras haber sido imputado en septiembre de 2023, acusado de “crímenes ilegales”. Posteriormente, en marzo de este año, el regulador bursátil chino denunció que, entre 2019 y 2020, Evergrande había inflado las cifras de ingresos en la friolera de 78.000 millones de dólares.
La situación de Evergrande es reflejo de una realidad mucho más tenebrosa. Las promotoras chinas han amasado “activos” que ascienden a cerca de un 30% de PIB, unos seis billones de dólares. En realidad, muchos de estos activos son casas vacías valoradas a múltiplos exorbitados y suelo finalista comprado a precios ultra hinchados. Al igual que en la España de la crisis, las promotoras, o en su defecto los bancos que aprehendan estos dudosos activos tendrán que reconocer su valor real. Cuando lo hagan, apenas tendrán colchones de fondos propios para hacer frente a las minusvalías, ya que el apalancamiento del sector promotor se sitúa en un rango de entre el 60% y el 80%, y el de los bancos es aún superior.
¿Qué nos enseñan estas repetitivas lecciones de la literatura, de la historia (crisis promotora española desde 2008) y del presente?
Primero: uso y abuso de la deuda. La deuda, utilizada en dosis prudentes, puede ser clave para financiar a una empresa. Apalancamientos desorbitados suelen acabar mal para todo el mundo.
Segundo: los excesos de deuda en sectores sistémicos, como el promotor, pueden acabar provocando una crisis financiera. A medida que las promotoras quiebran, sus “activos” pasan al sistema bancario, contaminándolo y extendiendo la crisis al conjunto de la economía.
Tercero: el dueño de una empresa no es el dueño económico de sus activos. Los financiadores, sean familias hipotecadas, bancos o bonistas, son económicamente sus propietarios, y tienen prioridad en la prelación cuando se liquidan los activos. Comportarse ignorando esta realidad suele acabar mal.
Lo que prosigue en la novela de Wolfe es la para mí apasionante historia de una caída patrimonial, a medida que Charlie va perdiendo una a una sus posesiones, y también la historia de una reconstrucción personal del protagonista en base al aprendizaje de la filosofía estoica de la mano de Epicteto.
Creo que en los próximos años veremos muchos más aviones privados requisados en China. Quizás la lectura de Epicteto permita a sus aún dueños atemperar su fatídica caída.