La semana pasada, el gigante tecnológico Amazon anunció que iba a invertir más de 2.000 millones
La gripe española mató prácticamente a un 3% de la población mundial entre 1918 y 1920. Los periódicos norteamericanos de 1919, en medio de la gran matanza que se cebaba especialmente con jóvenes de entre 20 y 30 años, especulaban con el fin de las grandes ciudades (donde la gripe incidía más), de las oficinas, del turismo y de teatros y cines.
Una pequeña ojeada a los años 20, y una grande a los últimos cien años, nos permiten contemplar cómo erraron los periódicos en sus pronósticos. Hoy, en medio de la crisis sanitaria y económica generada por el Covid, también se realizan todo tipo de profecías, muchas de ellas extremadamente agoreras. El problema, creo, estriba en que el ser humano tiende a extrapolar cimas de montes cuando se sitúa en picos, y lúgubres pozos cuando está inmerso en uno. En mi opinión, el estudio de la historia de las pandemias y la aplicación de una cierta perspectiva nos puede permitir analizar el futuro desde un análisis objetivo. Observemos varias proposiciones.
¿Desaparecerán las oficinas? Rotundamente no. La historia nos enseña cómo existe una profunda relación entre proximidad y creatividad, y de este binomio surge la productividad. Por eso existen las oficinas, porque generan productividad, algo clave cuando la principal partida de gasto de las empresas suele ser la fuerza laboral (las oficinas representan menos de un 5% de los gastos). Además, hay literatura académica que muestra cómo, si un grupo de trabajadores teletrabaja y otro no, las posibilidades de ascenso del primer grupo se reducen un 50%. Considero iremos a un sistema híbrido, en el que los trabajadores compaginarán la oficina con la posibilidad de teletrabajar uno o dos días a la semana desde sus casas. También en el mundo pos-Covid los trabajadores reclamarán más metros cuadrados por empleado, para así guardar distancia social (el temor al virus no desaparecerá). Este proceso podría mejorar las productividades al reducir las distracciones por contaminación acústica y visual que generan los actuales espacios abiertos masificados.
¿Revertirá el auge de las grandes metrópolis? No. Desde la década de los 70 el crecimiento económico, que hasta entonces era más o menos simétrico entre diferentes zonas de un país, se vuelve asimétrico, beneficiando a las grandes urbes (Nueva York, San Francisco, Londres, París, Madrid…). Lo que hay detrás no son malignas maquinaciones de políticos de una tendencia u otra. Es la consecuencia de la cuarta revolución industrial, que, centrada en la tecnología, genera efectos de red por el cual la proximidad de trabajos altamente remunerados se retroalimenta. Creo que esta asimetría ha sido muy dañina para la cohesión de muchas naciones, y está detrás del populismo. Cuando comenzó el confinamiento se especuló con que el teletrabajo podría ser la gran oportunidad para revertir esta “desigualdad geográfica”, la más perversa de las desigualdades, pero por los argumentos expuestos en el párrafo anterior, no será así. Esto nos obliga como sociedad primero areconocer este problema y segundo a debatir posibles soluciones, tal y como se hace en otras naciones avanzadas.
¿Volverá el turismo? Claro que sí. A medida que avanza la vacunación la gente volverá a gastar su dinero en servicios turísticos. Disponemos de excelentes retrovisores: Israel, EEUU y Reino Unido. En los tres países se observa un incremento continuo de tráfico aéreo, y en el caso de Reino Unido podemos observar cómo las reservas de paquetes vacacionales para verano son paralelas al avance del calendario de vacunación. Lo mismo ocurrirá en la Unión Europea cuando se dispare la capacidad de vacunación, a partir del mes de abril (la UE recibirá entre 300 millones y 350 millones de dosis de vacunas el segundo trimestre, frente a tan solo 70 millones el primero, o sea podremos vacunar a entre cuatro y cinco veces más población que el primer trimestre).
¿Desaparecerán los teatros y cines? No. De nuevo, contamos con un excelente retrovisor: China, país que pudo controlar a tiempo la pandemia. Una ojeada a la tabla inferior nos permite observar cómo los chinos han vuelto a las salas de cine de una forma rápida, tal y como sucedió en los años 20 y sucederá en nuestros países durante los próximos meses.
Las pandemias generan importantes efectos estructurales en muchas sociedades. La peste aureliana, de final del siglo II, fue clave en la génesis de la decadencia militar del Imperio Romano, y la peste justiniana, del siglo VI, agotó el poder demográfico del Imperio Bizantino (Imperio Romano de Oriente), gestando una debilidad que más tarde aprovecharían los árabes para expandirse por Asia y África a costa de dicho imperio. A su vez, la enorme mortandad causada por la peste negra del siglo XIV (que supuso la muerte de entre un tercio y la mitad de la población europea), sentó las bases para el renacimiento urbano, el incremento de salarios, la reducción de desigualdad de ingresos y el fin del feudalismo.
Es más fructífero dedicar nuestros esfuerzos a analizar las consecuencias estructurales del Covid. Con todo, creo que cuando podamos mirar esta crisis en perspectiva, sentiremos un gran orgullo como humanos de haber sido capaces de sacar tantas vacunas a tan sólo diez meses de identificar el patógeno, un hito histórico que dice mucho del homo sapiens y del denostado capitalismo.