El populismo se basa en ofrecer soluciones sencillas a problemas complejos, y este caso es un claro ejemplo de cómo aplicarlo.

John Maynard Keynes escribió: «no hay nada que un Gobierno odie más que estar bien informado, porque la buena información provoca que el proceso de llegar a tomar una decisión sea mucho más complicado».

Hace unos días, el presidente Trump anunció que, a partir del 2 de abril, EEUU impondrá «aranceles recíprocos» a los territorios con los que comercia, unos doscientos. En teoría, esto implicaría homogeneizar los aranceles aplicados por EEUU a los niveles vigentes en esos países.

El populismo se basa en ofrecer soluciones sencillas a problemas complejos, y este caso es un claro ejemplo de cómo aplicarlo. A priori, el arancel recíproco puede seducir a los ciudadanos (Trump llegó a afirmar que con el dinero recaudado mediante los aranceles se puede llegar a eliminar el impuesto sobre la renta, un engaño flagrante), pero «el diablo está en los detalles», como señaló recientemente Douglas Irwin en The Wall Street Journal. Veamos:

EEUU organiza su servicio aduanero en 13.000 productos, lo que, multiplicado por 200, otorga 2,6 millones de posibilidades. ¿Tiene capacidades el servicio aduanero de decidir en 40 días sobre este número de combinaciones? Además, las presiones de grupos de interés para realizar excepciones serán enormes, complicando aún más la toma de decisiones.

EEUU necesita importar determinados materiales, bien porque no los posee o porque su producción no presenta una ventaja comparativa. Por ejemplo, Apple ensambla una gran parte de sus teléfonos en China, Taiwán y, cada vez más, en la India; y Nvidia, que diseña chips aptos para la IA generativa, los fabrica en Taiwán. La reciprocidad tarifaria supondrá un encarecimiento de los insumos críticos, empeorando la posición comparativa de empresas estadounidenses.

Los aranceles son arbitrables. Si EEUU eleva los aranceles a Vietnam «recíprocamente», Vietnam puede enviar parte de su producción a un país vecino y exportarla desde allí a los EEUU.

La política arancelaria se debe basar en decisiones inteligentes respaldadas por información de calidad. Si un país aplica aranceles absurdos, EEUU no debería hacer lo mismo. Por otro lado, los países en vías de desarrollo utilizan aranceles más altos durante un tiempo para poder industrializarse, algo que lograron los países desarrollados en el siglo XIX. Así, el arancel medio de EEUU es de un 2,2% según datos de la Organización Mundial del Comercio, frente a un 12% de la India o un 6,7% de Brasil. El de Europa es de un 2,7%, no tan diferente al estadounidense.

En su rueda de prensa, Trump arremetió especialmente contra la Unión Europea, acusándola de tratar injustamente a EEUU «al aplicar diferentes tipos de IVA». Así, si el IVA que soporta un coche en Europa se sitúa de media (son prerrogativas nacionales) en el 20% y en EEUU el impuesto equivalente es, por ejemplo, del 15%, Trump lo considera un agravio comparativo. Sin embargo, es una noción absurda, ya que el IVA se aplica por igual a un coche fabricado en Europa que a uno fabricado en EEUU, no actuando por lo tanto como factor discriminatorio en comercio. Los impuestos indirectos son neutrales en términos comerciales.

En teoría, el anuncio de aranceles por parte de EEUU debería redundar en una subida del dólar, mayor volatilidad de las bolsas, mayor expectativa de inflación y caída de las acciones de las empresas más afectadas (importadores y exportadores). Sin embargo, desde que Trump anunció sus «aranceles recíprocos» el dólar ha caído, la volatilidad se ha mantenido baja, las expectativas de inflación no han cambiado y las acciones afectadas apenas se han movido. ¿El motivo? El mercado no toma en serio a Trump, sino que percibe que sus medidas arancelarias son estrambóticas estrategias de negociación, de ahí que se anuncien con fecha de entrada en vigor no inmediata, para buscar algo a cambio.

Al final, es importante entender que los aranceles actúan como un impuesto adicional a los consumidores, elevan la inflación y generan una pérdida neta de puestos de trabajo debido a las represalias que los países afectados adoptarán sobre las exportaciones de EEUU, en especial sobre productos agrícolas. Esto incidirá significativamente en los estados tradicionalmente republicanos, lo que abrirá fisuras entre Trump e importantes senadores. Las consecuencias se manifestarían sobre todo en 2026, año en el que el país afrontará las eleccionesmid term, en las que se reelegirá la Cámara de Representantes al completo y un tercio del Senado. La actual mayoría del Partido Republicano es endeble, y la inflación hace perder elecciones, como sabe Biden. Mucho observador de mercado considera que Trump va de farol. En mi opinión, se impondrán aranceles, pero serán mucho más simbólicos que los esgrimidos.

Mientras, el prestigio de EEUU seguirá resintiéndose. El vicepresidente Vance recriminó estos días a los europeos en Munich «su falta de democracia» sin mencionar a Rusia, país con el que se aviene a negociar precisamente en el aniversario del asesinato del opositor Navalny, ni tampoco al indulto otorgado por Trump a las personas que asaltaron el Congreso estadounidense hace cinco años negándose a reconocer la victoria de Biden.

Dicen que la hipocresía es el homenaje que el vicio tributa a la virtud. La buena información mostrará la estulticia de decisiones y manifestaciones que marcarán la historia de Occidente.