¿Cuáles son las principales contradicciones detrás de estas medidas y cómo podrían terminar afectando a la propia economía estadounidense?
Mahler escribió una vez que la tradición no es la adoración de las cenizas, sino la preservación del fuego. Contemplando los volátiles aranceles anunciados por la Administración Trump estos días, posiblemente los más intensos desde el desastroso arancel de 1930 que propició la Gran Depresión, uno se plantea si verdaderamente el objetivo político es preservar un fuego, o más bien gestar la adoración de las cenizas.
En el fondo, lo que subyace a tal anuncio, y a otros relacionados con la política económica, no es más que un cúmulo de contradicciones solo “explicables” desde el nexo del populismo. Observemos las principales:
Primera: Trump quiere eliminar el déficit comercial de los EEUU con el resto del mundo. Para lograrlo, ha propuesto intensos aranceles y se ha declarado partidario de un dólar débil, factor que abarataría las exportaciones estadounidenses. Como consecuencia de los aranceles, el dólar se aprecia (al encarecer las importaciones de otros países se reduce la demanda de dichas divisas, lo que hace apreciarse al dólar); esto abarata las importaciones y encarece las exportaciones, algo que paradójicamente empeorará el saldo comercial, neutralizando una parte del objetivo buscado con el arancel. Al final, los americanos tienden a consumir más, y el resto del mundo a ahorrar más, y como no podemos comerciar con Marte, la ecuación se salda con el déficit comercial de EEUU frente al resto del mundo. Se podría convencer a los americanos de que ahorraran más, pero eso generaría una recesión.
Segunda: Trump ha prometido prolongar la rebaja de impuestos que expira este año, a pesar del enorme déficit fiscal actual, que asciende al 7% de PIB y podría aumentar hasta el 8%-9%. Esta medida dejaría más dinero en los bolsillos de los contribuyentes, una parte del cual se destinará a consumir importaciones, lo que también irá en contra de reducir el déficit comercial. Además, los aranceles funcionan como un impuesto, ya que una parte del encarecimiento de las importaciones terminará siendo asumido por los consumidores. Se ha calculado que las medidas anunciadas el sábado supondrán un aumento de impuestos de aproximadamente 800 dólares por hogar, lo que equivale a un 1% de la renta disponible. Es decir, al mantener los impuestos bajos está empeorando el déficit fiscal, lo que a su vez agrava el déficit comercial, mientras que aprobando aranceles lo que hace realmente es subir impuestos.
Tercera: Trump ha declarado que quiere que los tipos de interés bajen, afirmando al respecto que posee un mayor conocimiento de política monetaria que muchos miembros de la Reserva Federal (Fed). Sin embargo, los aranceles, al encarecer las importaciones, generan inflación, que ya partía de un nivel elevado del 2,9%. Con la inflación superando los objetivos de la Fed, esta no dispone de margen para poder bajar tipos, algo que encarece toda la curva de tipos de los EEUU y, a su vez, el tipo hipotecario en el rango del 6-7%. Así, subiendo aranceles se evita la deseada bajada de tipos, y los hogares acaban pagando más por sus deudas. Por si fuera poco, los tipos elevados atraen flujos financieros a la zona dólar, lo que fortalece aún más a la divisa norteamericana, encareciendo más las exportaciones y abaratando importaciones, lo que en última instancia agrava el déficit comercial.
Cuarta: Trump ha prometido aprobar medidas de desregulación para fomentar el crecimiento económico. Si tiene éxito, el mayor crecimiento económico redundará en una mayor demanda agregada, una parte de la cual se traducirá en un incremento de las importaciones, lo que empeorará el déficit comercial. Con todo, los aranceles, al reducir la renta disponible vía mayor inflación y entorpecer la competitividad de empresas afectadas por el mayor coste de los insumos, podría a su vez generar menor crecimiento económico. En este caso observaríamos cómo los aranceles acabarían yendo en contra del objetivo inicial de estimular la economía ya que generarán menos crecimiento.
Quinta: Trump ha prometido reducir el gasto federal a través del nuevo departamento DOGE, coliderado por Musk, quien ha llegado a cifrar los posibles ahorros de costes en dos billones de dólares. Sin embargo, el gasto federal discrecional del Gobierno asciende apenas a 1,7 billones, la mitad del cual corresponde al Ejército, que Trump quiere aumentar. ¿Cómo se reduce en dos billones una partida de 0,9? Misterioso. Musk ha afirmado hace poco que la cifra de dos no era correcta, ahora la ha reducido a un billón, pero sigue siendo una incongruencia. Además, una reducción de un billón en el gasto federal equivaldría a una contracción de casi un 4% del PIB estadounidense, lo que se traduciría en una recesión, recesión contradictoria con la promesa de crecimiento.
Sexta: Trump ha prometido expulsar a veinte millones de inmigrantes ilegales (en realidad hay once), y reducir de forma drástica el flujo de nueva inmigración. Con todo, los aranceles a México provocarán una recesión en el vecino del sur, recesión que hará aumentar sensiblemente el desempleo y, por lo tanto, desencadenará mayores flujos migratorios hacia el norte. Además, la apreciación del dólar dañará a muchas economías de América Latina, lo que generará mayor presión migratoria.
El diario conservador The Wall Street Journal ha definido los aranceles de Trump como “la guerra comercial más estúpida”. Los lectores de Expansión podremos apostillar: “contradictoriamente estúpida”.