En muchas ocasiones, el reverso del ascenso de nuevas tecnologías o empresas resulta en la destrucción de modelos de negocio que, de repente, han quedado obsoletos, lo que conlleva la desaparición de empresas y la caída de otras fortunas.
Afirmaba Einstein que la medida de la inteligencia es la capacidad para cambiar. El cambio disruptivo puede hacer emerger exitosas empresas innovadoras, y de su ascenso también surgen grandes fortunas. Con todo, en muchas ocasiones el reverso del ascenso de nuevas tecnologías o empresas resulta en la destrucción de modelos de negocio que, de repente, han quedado obsoletos, lo que conlleva la desaparición de empresas y la caída de otras fortunas.
Vengo siguiendo con mucho interés la irrupción de la inteligencia artificial generativa, tecnología que ha sido ampliamente definida como “de utilidad general” debido al potencial que su implantación genera en todo tipo de sectores y actividades económicas. Si analizamos la historia, las tecnologías de uso general comprenderían la agricultura, la domesticación de animales (ambas hacia el noveno milenio antes de Cristo), el dinero -aún no en su forma monetaria-, la rueda, la escritura (estas tres últimas hacia el cuarto milenio a. C.), la metalurgia (desde el tercer milenio), el molino de agua (Edad Media), la navegación transoceánica, la imprenta (estas dos últimas del siglo XIV después de Cristo), la industria (siglo XVIII), la máquina de vapor, el ferrocarril, el telégrafo, la electricidad (todas estas del XIX)… así como múltiples innovaciones del siglo XX hasta la irrupción de Internet, y la inteligencia artificial generativa, ya en este siglo. En total no suman más de dos docenas.
Intentando analizar los cambios que dicha tecnología iba a producir, también me fui fijando en posibles “víctimas”. Pronto surgió una en el radar: la empresa Chegg, fundada en 2007, y cotizada en la bolsa de los EEUU. Aunque su modelo de negocio había comenzado como una plataforma de alquiler de libros de texto (de ahí que fuera conocida como “el Netflix de los libros”) pronto había evolucionado hacia un modelo de subscripción, de forma que miles de proveedores ubicados en la India ayudaban a resolver los múltiples problemas planteados por alumnos. Mediante un pago de veinte dólares mensuales, los estudiantes disponían de un software que les ayudaba a hacer los deberes y a preparar exámenes. Su uso se popularizó durante la pandemia, para dar así soporte a la educación a distancia que imponían las restricciones. En 2021 la empresa llegó a capitalizar en bolsa 15.250 millones de dólares.
Con el anuncio del lanzamiento de ChatGPT 2022, el mercado interpretó que la IA actuaría como un competidor gratuito de Chegg lo que ocasionó fuertes bajadas de su acción. Para afrontar sus problemas, Chegg comunicó en junio de 2024 que despedía a una cuarta parte de su personal. A fecha de hoy, la acción ha perdido ya un 99% de su valor y se sitúa por debajo de 190 millones de dólares. El mercado considera que ChatGPT es una alternativa no solo más avanzada tecnológicamente para ayudar a los estudiantes a resolver problemas (el Wall Street Journal señalaba en un artículo reciente cómo los empleados de la empresa observaron que una parte de las respuestas generadas por ChatGPT superaban a las de Chegg), sino también mucho más competitiva en precio.
Las oportunidades creadas por la inteligencia artificial generativa en el campo de la educación son enormes. Muchos expertos aluden al acceso a tutores privados como uno de los factores que explica mayor o menor éxito escolar, y por lo tanto mayor o menor renta futura. Como las familias con más recursos pueden permitirse más gasto en tutores privados, la desigualdad se cronifica, y el ascensor social se avería. Pues bien, ChatGPT y la inteligencia artificial generativa podrían reducir este hándicap. Ya se han llevado a cabo experimentos con niños y adolescentes humildes en Ghana: gracias al uso de la inteligencia artificial (mediante el chatbot RORI instalado en WhatsApp como tutor privado), los estudiantes han conseguido mejorar significativamente sus resultados en matemáticas a un coste de cinco dólares por persona (Henkel et Al, 2004).
Estas innovaciones en inteligencia artificial también están siendo exploradas por la Khan Academy, organización sin ánimo de lucro que ofrece múltiples contenidos didácticos gratuitos para acelerar el proceso educativo de estudiantes con menos recursos. Su chatbot Khanmigo, equipado con la tecnología de ChatGPT-4 busca ofrecer un tutor holístico sobre un amplio campo de materias y podría ampliar los resultados observados en Ghana. Las implicaciones pueden ser muy profundas. Y la disrupción en el sector educativo no ha hecho más que empezar.
Decía Platón que un enfermo pide a un médico un purgante, que si el médico le receta un “largo régimen” el enfermo despedirá al médico y volverá a su estado de vida, y que, si el cuerpo no puede resistir al esfuerzo de la enfermedad, vendrá la muerte en su auxilio y le sacará del conflicto.
El cambio que genera la inteligencia artificial traerá oportunidades y muerte.