La energía nuclear es la pieza angular para conseguir dotar al mundo de la energía sin emisiones necesaria hasta que en el medio plazo podamos disponer de alternativas totalmente renovables y almacenables.
Se ha afirmado que en el corto plazo la gente se arrepiente de sus acciones más que de sus inacciones, en tanto que en el largo plazo sucede al revés: se arrepiente más de las inacciones que de las acciones. Observando el devenir del cambio climático, y más recientemente, de la eclosión del consumo energético asociado a la inteligencia artificial generativa (IAGen) creo que los seres humanos nos arrepentiremos cada vez más lo que no hicimos en vez de lo que hicimos.
Cada vez que realizamos una consulta en un gran modelo de lenguaje tipo Chat GPT se consume aproximadamente una energía equivalente a mantener encendida una bombilla LED durante tres minutos. La agregación de toda esta demanda de soluciones de IAGen, canalizadas en gran parte a través de centros de datos, explica que en la actualidad entre el 3% y el 4% de toda la demanda energética de los EEUU proceda de la IAGen, porcentaje que podría llegar al 9% en 2030, según al Electric Power Research Institute.
En un contexto en el que la mayoría de los países del mundo se han comprometido a reducir sus emisiones de CO2 para hacer frente al cambio climático, la pregunta que surge es cómo alimentar la red de toda esta energía adicional requerida. Esto es especialmente relevante si tenemos en cuenta que año pasado, la energía fósil producida en el mundo alcanzó un nivel récord, explicable por la mayor demanda en los países emergentes. Como ha señalado el WSJ, la energía fósil, como porcentaje del total, ha bajado desde el 67% en 2015 hasta el 61% actual, pero el calentamiento lo generan los niveles absolutos de producción, no los porcentajes de una tarta creciente. La realidad es que desde 2015 la producción de energía no fósil ha aumentado un 44% pero la fósil a su vez lo ha hecho un 12%, por eso la lucha contra el cambio climático no va en buena dirección.
En EEUU, la industria tecnológica está haciendo frente a este desafío firmando acuerdos con centrales nucleares, o incluso comprando centrales directamente (AWS recientemente adquirió una en Pensilvania). Por eso los precios de las acciones de empresas nucleares como Constellation o Vistra han subido con fuerza durante el año. El motivo por el que se elige la energía nuclear es su fiabilidad (24 horas, llueva o haga sol, sople o no sople el viento) y por el hecho de que no genera CO2. Con todo, al canalizar la producción nuclear hacia este creciente segmento de demanda, se deja de utilizar para otras fuentes de demanda, lo que provoca que se reemplace sobre todo por gas natural, que sí genera CO2, lo que empeora el escenario de transición energética.
¿Cómo se puede cuadrar este círculo?
En mi opinión, solo fomentando aún más la energía nuclear. Es la pieza angular para conseguir dotar al mundo de la energía sin emisiones necesaria hasta que en el medio plazo podamos disponer de alternativas totalmente renovables y almacenables. Además, en el medio plazo es posible que disfrutemos también de energía nuclear generada por fusión, no por fisión, lo que permitiría una fuente de energía mucho más potente y sin generar residuos.
En la actualidad se están construyendo 68 nuevas centrales nucleares (de fisión) en el mundo, con otras 99 en planeamiento y otras 326 más en consideración. EEUU y China destacan en esta apuesta. Una vez más, la UE se queda atrás en sus planteamientos al no haber apostado a tiempo por la energía nuclear, salvo excepciones como Francia, y como consecuencia de nuestra hipocresía, acabamos comprando gas natural masivamente, algo que sí genera emisiones.
La diseminación de la IAGen puede conllevar importantes mejoras de productividad, algo que a la larga será muy beneficioso para nuestras envejecidas economías, pero tenemos todos que considerar que para disfrutar de tal beneficio debemos antes alimentar su demanda energética sin generar emisiones, y eso solo pasa por el resurgir de la energía nuclear.
Tomemos decisiones antes de que a largo plazo nuestros hijos lamenten nuestra inacción.