La evidencia apunta a que un uso descontrolado de las redes sociales puede generar daños psicológicos en la adolescencia
Jose Ángel Sánchez Asiaín introduce su monumental “La financiación en la guerra civil española” con un célebre pasaje del capítulo VI de Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll:
Alicia… se asustó un poco al ver al Gato de Cheshire en la rama de un árbol a pocos pasos de allí…
-Por favor, ¿podría decirme el camino que debo tomar desde aquí?
-Eso depende en gran medida de a dónde quieras llegar – dijo el Gato.
-No me preocupa mucho a dónde- dijo Alicia.
-En tal caso, poco importa el camino que tomes – dijo el Gato.
-… con tal de que llegue “a alguna parte”-añadió Alicia a modo de explicación.
-Oh, de llegar a alguna parte puedes estar segura – dijo el Gato-, siempre que camines mucho rato.
Vengo siguiendo desde hace tiempo los análisis que aparecen relacionando el auge de las redes sociales, que en ocasiones recuerdan al referido pasaje, y la salud mental de la adolescencia. La investigación académica parece concluir lo siguiente:
Primero, existe una relación entre la utilización de redes sociales y el empeoramiento de la salud mental, manifestándose esta última en mayores niveles de depresión, ansiedad y estrés. Estos factores se agudizan entre adolescentes. Como exponemos más abajo, ha aumentado la tasa de suicido en estos colectivos.
Segundo, las redes sociales pueden aumentar las comparaciones sociales. Sabemos qué seis factores explican casi universalmente la felicidad, y los tres que más la evitan. Uno de los tres es la comparación, y alguna de las redes tiende precisamente a intensificar este punto, lo que deriva en el erróneo sentimiento de inferioridad (el ser humano se compara con alguien que percibe como “mejor” y las redes proyectan una imagen que en muchos casos difiere de la realidad), algo que incide en la salud mental. Siempre nos hemos comparado con supuestos “mejores”, pero las redes sociales han ampliado el número de horas, la extensión y la intensidad de dichas comparaciones.
Tercero, existe una relación entre los problemas mentales y el grado de uso de las redes sociales. Esto explica que las adolescentes estén sufriendo más que los adolescentes, ya que parece que dedican más tiempo que los varones a las redes
El ser humano es un animal social. Estamos programados desde hace miles de años para socializar físicamente. Nuestros ancestros tenían más riesgo de morir si vivían en soledad frente a vivir en grupos. Se ha propuesto incluso cómo la cerveza, y su influencia en la socialización primitiva pudo ser clave en el origen de la agricultura (McGovern et al., 2004).
Los académicos han mostrado las fuertes correlaciones que existen entre el tejido de relaciones sociales estables y la felicidad. Por ejemplo, los investigadores Waldinger y Shulz, de Harvard, han analizado estas variables con datos de 85 años de un mismo segmento poblacional y sus descendientes. Aquellos que han desarrollado con éxito redes de amistad y relaciones estable de pareja acaban siendo más felices, lo que a su vez genera efectos positivos en salud física y mental. A su vez, la soledad se traduce en los efectos contrarios, lo que redunda en mayor riesgo de mortalidad. La paradoja reside en que muchas veces las redes “sociales” provocan comportamientos antisociales, como pasar menos tiempo desarrollando relaciones cara a cara (que es justo para lo que está programado nuestro ADN), y esta paradoja puede explicar alguna de las conclusiones a las que ha llegado el mundo académico sobre los impactos negativos en salud mental. El motivo que parece subyacer es matemático: a más tiempo enganchado a redes sociales menos tiempo disponible para socializar físicamente.
Como hemos expuesto, esta situación es especialmente grave cuando hablamos de un segmento de población, el adolescente, que está configurando su personalidad y que puede resultar especialmente vulnerable. Como señalaba hace poco James Murdoch en el Financial Times, ha aumentado el porcentaje de adolescentes en el Reino Unido que declara “no sentirse apreciados” desde el 4% en 2010 hasta el doble en la actualidad; el porcentaje de adolescentes en los EEUU que considera que su vida no tiene sentido se ha disparado desde hace 12 años; en Francia, los niveles de depresión entre adolescentes se han cuadriplicado, y en EEUU y en el Reino Unido las tasas de suicidio de los adolescentes casi se ha duplicado desde la década en la que se popularizaron las redes (2010).
En especial, las tasas de suicidio entre adolescentes crecieron súbitamente desde 2013, casualmente un año después de que Instagram se popularizara y permitiera la diseminación de “selfies” como señaló el investigador Jonathan Haidt en una entrevista en el WSJ en 2022. Según Haidt, un adolescente es especialmente frágil cuando no ha desarrollado su personalidad y ha tejido un nivel suficiente de apoyo social, y la interacción excesiva con las redes podría estar gestando un daño duradero, y vuelve a señalar como muy vulnerable el colectivo de mujeres adolescentes, en las que las tasas de depresión actuales en EEUU alcanzan el 25% frente un histórico 13% (los datos que ofrece entre varones adolescentes son 9% y 5% respectivamente).
Cuando pregunto a Chat GPT “Pro” sobre la interpretación del pasaje de Alicia en el País de las Maravillas, responde lo siguiente:
Este pasaje se puede interpretar de varias maneras, pero en general, se puede entender como una reflexión sobre la importancia de tener una meta clara en la vida. Si no sabemos hacia dónde queremos ir, es fácil perderse o acabar en lugares donde no queríamos estar. Por lo tanto, es importante establecer objetivos claros y trabajar hacia ellos, en lugar de vagar sin rumbo fijo. Además, el pasaje también sugiere que el camino que tomamos en la vida depende de nuestros objetivos y que debemos elegir sabiamente para alcanzarlos.
Yo no lo pudiera haber expresado mejor. La pregunta que surge es si las redes sociales contribuyen a tener una meta clara en la vida o a replicar la situación de Alicia y el Gato. La reflexión, si estamos de acuerdo con que la evidencia apunta a que un uso descontrolado de las redes sociales puede generar daños psicológicos en la adolescencia, sería: ¿es razonable “proteger” a adolescentes de 16 a 18 años prohibiendo que beban la social cerveza y sin embargo no protegerles ante el uso excesivo de insociales redes sociales?