Rusia no es una potencia económica, al contrario. El 40% de su producción vive de la energía, lo que le hace muy dependiente del cliclo de precios.
Cuando observamos un mapa del mundo advertimos la inmensidad de Rusia, el país con la mayor superficie terrestre, seguido del Canadá. Nada que ver con la reducida extensión de la “bota” que conforma la península itálica. Sin embargo, Italia es más grande que Rusia. ¿Por qué? Porque su economía es mayor, su población mucho menor, y por lo tanto, su renta per cápita, mucho mejor. Veamos.
El PIB ruso asciende a 1,7 billones de dólares, según los datos más recientes del Fondo Monetario Internacional (octubre 2021). El PIB de Italia, a 1,9 billones. Por lo tanto, la economía italiana es más grande que la rusa. Por cierto, el PIB de España se sitúa en 1,4 billones de dólares, es decir que España es “casi” tan grande como Rusia.
Si analizamos la población, Rusia cuenta con 146 millones de habitantes, frente a los casi 60 millones en Italia. Lo intuitivo sería pensar que 146 millones de rusos deberían producir más que los 60 millones de italianos, ya que son 2,4 veces más… Sin embargo, no es así.
La causa y la consecuencia de los dos párrafos anteriores, es que el PIB per cápita asciende a unos 11.300 dólares en el caso de Rusia (nivel similar al de Malasia y ligeramente superior al de México), y a 35.600 en el caso de Italia. En otras palabras, cada italiano produce el triple que un ruso. Los españoles producimos 30.400 dólares, o casi el triple que los rusos.
Existen muchas explicaciones que muestran porqué unos países consiguen mejores niveles de productividad que otros. En general, vienen asociados a: a) instituciones fuertes, b) buenos niveles de libertad económica, c) corrupción limitada, d) tejido productivo con capacidad de innovación y e) nivel de formación elevada de los trabajadores. No es de extrañar, por lo tanto, que los países más productivos del mundo sean democracias liberales. Si, por ejemplo, comparamos el índice de percepción de corrupción, que mide de 0 a 100 a los países, de forma que 100 representa la ausencia total de corrupción y 0 un estado totalmente corrupto, Italia puntúa con un 56 (nota media) y Rusia, con un 29.
Además, el PIB per cápita es una de las mejores aproximaciones que podemos utilizar para entender el bienestar de la población. Así pues, no es de extrañar que la esperanza de vida en Italia sea de 81 años para los hombres y 85 para las mujeres, frente a 68 y 78 años respectivamente en el caso de varones y mujeres rusas.
Es importante además entender la diversificación sectorial de un país para poder explicar la sostenibilidad de un crecimiento. Italia posee una economía diversificada. Por ejemplo, a pesar de ser una gran potencia turística, el turismo representa menos de un 10% de su PIB (un 12% en el caso de España). Rusia es extremadamente dependiente del sector energético, que alcanza un 40% del PIB. Por lo tanto, se trata de una economía muy dependiente del ciclo de precios de materias primas, con sus ventajas e inconvenientes, pero que se traduce necesariamente en un mayor nivel de riesgo.
Se aproximan tiempos bélicos. Pero las guerras hay que pagarlas. Y con un nivel de PIB de una potencia media será difícil proyectar el poder que muchos temen de Rusia.
La historia nos enseña que el auge, esplendor y decadencia de los grandes imperios suele seguir una inexorable ley: la proyección de poder geopolítico desconectada del poder económico acaba precipitando el fin de la potencia. Así, por ejemplo, la Atenas que locamente invadió Sicilia antes de ser aplastada por Esparta en las Guerras del Peloponeso o el Imperio Romano desde el siglo III, que seguía proyectando un poder militar que no podía pagar, lo que devengó en enormes niveles de inflación, de desórdenes monetarios y de empobrecimiento general de la población, lo que acentuó su decadencia. También podemos señalar a la España del siglo XVII, sin una base económica sobre la que soportar su Imperio, proyectado excesivamente sobre el Pacífico, el Atlántico, el Mediterráneo y el mar del Norte, y que se tradujo en desastres navales frente a los holandeses, o terrestres frente a los franceses. Más recientemente, la Unión Soviética cometió un error similar, intentando dominar medio mundo sobre unas bases económicas totalmente endebles, bases que entraron en barrena en la década de los 70 y se derrumbaron en la de los 80.
Como hemos explicado en esta columna, el crecimiento es fácil cuando se parte de bases muy bajas, y muy difícil cuando se consiguen niveles de renta medios. Hay solo dos factores que explican el crecimiento sostenible: la demografía y la productividad por hora trabajada. Rusia e Italia, como tantas otras naciones, presentan una demografía horrenda, pero si nos fijamos en la segunda, como hemos visto, Italia consigue notables resultados frente a Rusia. De estos resultados se desprende el mejor nivel de vida, y el hecho de que los italianos se sientan más felices: 6,5 en una escala de 0 a 10, según datos del “World Happiness Index”, frente a 5,5 los rusos.
Por eso Italia es más grande que Rusia.