Algo parece claro: la integración entre ambos países —Chimerica— toca a su fin, algo que tendrá consecuencias para todo el planeta
Cuando Trump llegó a la presidencia, comenté cómo los tratados comerciales eran competencia del Congreso, no del presidente. Un observador exdiplomático apuntó: “Sin embargo, puede alegar una disposición de una ley de los setenta para saltarse al Congreso si invoca que la medida comercial está ligada a la seguridad nacional”. En su momento, me parecía imposible que Trump puenteara al Congreso mediante este ardid. Sin embargo, ha ocurrido, sea para invocar un cambio del Nafta, o para amenazar a la industria del automóvil europea (que no sé qué tendrá que ver con la seguridad nacional de un aliado) o especialmente para reescribir las reglas de comercio con China.
En este último caso, el apoyo doméstico es abrumador. Se salte o no al Congreso, políticos de ambos partidos así como una parte relevante del electorado se sienten cómodos con la ‘línea dura’ frente a China. Recientemente, hemos escrito y analizado sobre las consecuencias que las medidas anunciadas por EEUU respecto a subidas de aranceles sobre productos chinos puedan tener. Sin embargo, el que piense que de llegarse a un acuerdo en este asunto los problemas entre ambas potencias se subsanarán, se equivoca.
Está en juego un problema de intereses y de supremacía mundial, no es solo una disputa comercial. Así, las recientes medidas de EEUU limitando la posibilidad a empresas norteamericanas de suministrar componentes a empresas chinas (el caso más mediático ha sido el de Google con Huawei) es consecuencia de una serie de encuentros de alto nivel entre senadores de los EEUU y empresas tecnológicas norteamericanas para analizar las consecuencias que dichas ventas podrían suponer para la seguridad nacional.
En este punto, lo interesante es entender de qué forma podría reaccionar China.
De momento, el país ha anunciado un aumento de los aranceles hasta el 25% a productos de los EEUU por valor de 60.000 millones de dólares. Sin embargo, las posibles respuestas que más preocupación generan en el mercado son dos: a) anunciar medidas similares a las aplicadas sobre Huawei, pero sobre empresas de los EEUU con negocios en China (como Apple) y b) iniciar una posible venta de parte de su enorme posición (aproximadamente un billón de dólares) en bonos de los EEUU, lo que presentaría enormes consecuencias sobre el futuro del dólar y de los tipos de interés globales.
La subida de aranceles puede que tenga un impacto limitado: un menor crecimiento para EEUU de unas tres décimas de PIB (a impactar en dos años) y una mayor inflación subyacente de alrededor de un 0,4% (también en dos años, algo que provocaría una reacción de la Fed). El impacto para China de las medidas anunciadas por EEUU son de aproximadamente el triple, de ahí que EEUU pueda jugar más fuerte. Si China anuncia represalias contra productos de los EEUU comercializados en China, como teléfonos móviles, afectaría ‘grosso modo’ hasta un 5% de los beneficios de la bolsa de los EEUU (algo que no está siempre directamente relacionado con el PIB). El problema es que muchos de estos productos se ensamblan y fabrican en China, luego este tipo de medidas contra “empresas de los EEUU” podrían contribuir a un aumento del desempleo chino en un momento muy vulnerable para la economía china (uno de los principales proveedores de Apple es la empresa china Foxconn, que es además el principal empleador de China del sector privado…).
La otra alternativa que se ha dirimido es que China se plantee vender una parte de su cartera de bonos de los EEUU. En mi opinión, esta alternativa no es viable. El motivo es que una venta así provocaría una subida de tipos a largo en EEUU, lo que frenaría el crecimiento económico del principal cliente de China. Por otro lado, si se venden bonos de los EEUU no se podrían reinvertir en otros activos, ya que los bonos alemanes o los japoneses rinden aún menos y son más ilíquidos. Además, si China vendiera dólares y repatriara fondos para estimular su economía, entonces subiría el yuan contra el dólar, flaco favor en un momento en que los exportadores chinos sufren una coyuntura más que delicada. De aquí estimo que China tendrá que mantener su posición de bonos norteamericanos.
Por lo tanto, si China tiene poco margen de maniobra con aranceles (importa de EEUU una tercera parte de lo que exporta), además no le interesa dañar a empresas norteamericanas con negocios en China porque afectaría a su mercado de empleo y por último no puede usar como herramienta negociadora su cartera de bonos, entonces China tendrá que negociar una salida honrosa con EEUU. Esto no será fácil, ya que el ambiente en ambas poblaciones se está ‘emocionalizando’, y en un escenario de más fervor patriótico los intereses en ocasiones sucumben a las pasiones.
Comentábamos hace tiempo la famosa trampa de Tucídides, por las que una potencia hegemónica acaba yendo a la guerra (física) contra una potencia en ascenso. Veamos si esta vez la guerra comercial deviene en conflicto físico (lo dudo).
Con todo, algo parece claro: la integración entre ambos países —’Chimerica’— toca a su fin, algo que tendrá consecuencias para todo el planeta.